En este post vamos a hablar a cerca de la planificación desde un punto de vista, quizás, mayoritariamente comunicativo, clarificador, cómodamente legible, y procesual en mayor medida que fundamentalmente productivo o simplemente aplicado técnicamente.
A este respecto vemos que no hay un esquema claro para la planificación, pero es que el esquema es lo de menos, no es más que una herramienta. Un proyecto no deja de ser un proceso, más allá del establecimiento de objetivos/metas, que pudieren fijarse en cualquier momento (fase preactiva, activa o post activa), pero también es algo que comunica – por lo que debe ser claro, un proyecto ha de comunicar correctamente.
En esta línea encontramos varios autores que nos vienen hablando de lo que comprenden por ese constructo, que no deja de ser tal constructo, al que denominamos proyecto en este caso, y para éstos un proyecto es:
“La acción de organizar y estructurar en un periodo de tiempo determinado y en una área, sector o ámbito definido, un conjunto de actuaciones y actividades mediante una técnicas y métodos conocidos, utilizando una serie de recursos específicos, tanto humanos como financieros, técnicos y materiales para conseguir unos objetivos concretos” (Mille, J.M.).
“El proyecto es un plan de trabajo con carácter de propuesta que concreta los elementos necesarios para conseguir unos objetivos deseables” (Pérez Serrano, G., 1993).
“Ordenación de un conjunto de actividades que, combinando recursos humanos, materiales, financieros y técnicos, se realizan con el propósito de conseguir un determinado objetivo o resultado” (Ander-Egg, E.; Aguilar, Mª J., 1997).
“Hablaremos de proyecto para referirnos a aquello que sobre el papel prevé lo que se ha de conseguir actuando sobre una realidad concreta y cómo debe conseguirse” (Deltoro, E., 1991).
“Documento previo público que comunica cuál es la acción que pretendemos hacer y que sirve de elemento para la evaluación” (Monclús, C., 2014).
Podemos observar, entonces, que un proyecto viene siendo una acción que se aplica, que se sobrepone, que surge o tuviere lugar en o sobre un determinado contexto o un territorio concreto, con un nivel, valga la redundancia, de concreción que resulte clarificador y que no salte a las nubes y quede en la pura especulación abstracta, con una duración determinada dentro de ese mencionado nivel de concreción, con unos valores éticos, educativos, filosóficos, con una axiología que lo soporte, que le un peso al margen de la neutralidad en tanto que la acción es intencional, que lo sustente. Las definiciones centran el proyecto en el establecimiento previo de unos objetivos a conseguir en la mayoría de los casos, sin embargo debemos tener en cuenta, entre otras cuestiones por aquello de la no-neutralidad, que hacer esto, es decir, delimitar a priori los objetivos, e incluso en ocasiones los resultados mediante indicadores, responde a una determinada lógica a la que pudiéremos nombrar bajo el apelativo y supuesto del postulado del "Paradigma Positivista".
Afirma, a este mismo respecto y en esta dirección, García Martínez, C. E que “el mejor proyecto es aquel que contiene propuestas originales expresadas con sencillez, precisión y sensibilidad”. Así, queda latente y de relieve la relevancia de la comunicación clara y precisa (concreta, como decíamos) y el sentido de un proceso más allá de los fines u objetivos del proyecto en sí, sobre todo aquellos fines que se vengan fijando previamente a la aplicación.
En los proyectos hay un momento previo de “análisis de contexto”; no usaremos el término "análisis la realidad" porque ésta (la realidad) no es única sino que hay muchas, hay muchos modos de entenderla; la idea de análisis de la realidad corresponde a un planteamiento positivista y cientificista de la acción que pretende objetivizar esa llamada realidad. Decíamos que el proyecto es ético y filosófico porque cuando es únicamente técnico suele corresponder a unas ideas dominantes en esa línea de predecir objetivos y una "la" realidad.
Resulta relevante en la redacción de un proyecto que el título del mismo, el cual comienza a sugerirse al, en este caso, educador o educadora, a mitad de la redacción, sino al final, sea impactante. Un título impactante podría atraer a más participantes a la aplicación del proyecto, por lo que esto ha de preverse en la planificación y tenerse en cuenta a fin de que los destinatarios se acerquen y experimenten en la acción. El título puede ir clarificado con un subtítulo más descriptivo, siendo el mismo título creativo, artístico, innovador.
Asimismo es sustancial explicitar quién lleva a cabo la redacción del proyecto, quién o quiénes lo van a poner en marcha, desde qué entidad se viene potenciando, aportar en cada uno de estos casos la máxima información posible: véase, para más acciones en el futuro y por la difusión, la dirección, teléfonos, e-mail, página web, Facebook, etc.
También conviene dar una breve descripción del proyecto que se está redactando en la fase de planificación, esto es, resumidamente conviene explicar de qué va el
proyecto en sí, y esto consiste en aclarar desde un primer momento qué queremos hacer en la acción que venimos planificando. A fin de no
confundir ni aburrir con la justificación en grueso al lector, hacemos esto para amenizar la lectura. Se trata de un resumen de las razones, del punto de partida, de las actividades, del marco de referencia y la institución
que impulsa el proyecto, etc., y en este sentido cabe señalar los aspectos innovadores que vamos aportando para hacer del texto algo atractivo y sugerente.
Es "justo y necesario" trazar un apartado de justificación del proyecto que pretendemos, porsteriormente, aplicar. Esto constituyen los elementos del análisis del contexto previo a la planificación, explicar por qué ese proyecto es ideal para el contexto, y de este modo debe redactarse una descripción del proyecto, de la entidad que lo promueve, y de todos aquellos objetos centrales de los que conviene hablar y dejar constancia en el borrador y en la redacción definitiva. Hay un tiempo, hay un espacio, unas personas, una evaluación de necesidades respecto a las personas y al contexto en que se mueven, etc., hay que describir esto, justificar, vendiendo a su vez, el proyecto. Para hacer una justificación en esta línea se deben buscar y encontrar argumentos convincentes que vengan a comunicar el por qué, la razón de peso por la cual tiene cabida ese proyecto que se esté elaborando. Ha de contar con un marco de referencia a cerca del contexto sobre el que se aplica el proyecto, y hay que argumentar la coherencia y viabilidad del mismo; esto es importante.
Habrá que describir, por tanto, a los destinatarios del proyecto de alguna manera. En este sentido hay que hacer referencia tanto a los destinatarios directos como a los indirectos, adjuntando al documento un perfil de los destinatarios, es decir, la edad, situación laboral, estatus social, problemática común…, así como el número y cobertura, esto es, las características potenciales y reales de los destinatarios a quienes se pretende dirigir el proyecto.
La cuestión de definir unos objetivos es un tema delicado, sobre todo en la medida en que responda a unas u otras lógicas de fondo, de base, ideologías que sustenten la planificación de ese ficticio proyecto sobre el que venimos comentando todo el tiempo. Los objetivos son el “para qué”, la finalidad del proyecto. Hay que indicar hacia dónde vamos, las finalidades del proyecto, sean más o menos concretas. Hay diferentes modelos de cómo definirlos de acuerdo con diferentes corrientes que ha habido en el terreno de la planificación. La elección de uno u otro modelo subyacente a la planificación dependerá de la lógica institucional que respalde a quien planifica o de la propia lógica de quien está planificando, e incluso podría ser una convergencia entre ambas, una desembocadura filosófica y axiológica a este respecto.
Pudiere haber, o ha de haber (dependiendo de casos; recordemos que no hay un único modelo, ni un "mejor modelo" de planificación, como nos indica Ander-egg, E.) un apartado de organización y/o metodología. Aquí trataremos los aspectos organizativos y el planteamiento metodológico general del proyecto. En cuanto a los aspectos organizativos podemos hablar de estructuras y mecanismos de organización, mecanismos de funcionamiento (reuniones de coordinación y responsables), tareas y funciones del personal, organigrama, estructuras y fórmulas de participación, el tratamiento específico de los problemas que puedan surgir en la dinámica de la acción, intermediación y precios, cómo se accederá a las actividades, servicios y decisiones sobre el precio. Y respecto a la metodología, trataríamos la cuestión de los roles y actitudes a adoptar por el educador, estrategias y métodos de trabajo, organización de los participantes, etc. Si la metodología es concreta en cada actividad no es necesario un apartado de metodología aparte, pero si todas las actividades tienen la misma metodología se define en un apartado de metodología aparte y no en cada actividad, ya que se trata de hacerlo ameno al lector, y no pesado o difícilmente legible, de modo que sería conveniente que no repitamos lo mismo varias veces. De esto depende centrar este apartado más en la organización, más en la metodología o en ambas.
En organización hay que hablar de la difusión, de la creación de grupos, de los tiempos, de los espacios a utilizar… pero hay que tener en cuenta que el cronograma va en un apartado al margen de este habitualmente, o en cualquier caso conviene, dependiendo del proyecto otro apartado con el cronograma, si lo hubiera.
Respecto a las actividades a realizar, a veces conviene poner una ficha de actividades, y a veces la actividad se explica mejor narrativamente en lugar de mediante una ficha. En las propias fichas, en caso de usarlas, a veces conviene incluir unos apartados y a veces otros. No es algo estructurado de antemano, sino que, al igual que mucho aspectos de la planificación de proyectos, depende en cada caso de diversas variables a valorar subjetivamente por quien planifica.