Desde el punto de vista
de la ciudadanía y la esfera relacional se puede optar, respecto a las personas
con espina bífida: por la integración, que sería, según nos comentaban en la
sesión informativa, aquellos programas elaborados previamente que en adelante tratan
de integrar a las personas, en este caso con espina bífida; o podría asimismo
optarse por la inclusión, esto sería, según nos comentaban, aquellos programas que
se elaboran teniendo en cuenta a las personas con “diversidad funcional” – si es
que todos funcionamos igual a excepción de éstas, lo cual no compartimos –.
Así expuesto en la
sesión de clase hemos de decir que nosotros siempre entendimos ambos dos
términos de modo inverso, es decir, la inclusión sería, a nuestro entender, incluir
a determinadas personas a unos programas de acción sociocultural-socioeducativa
previamente establecidos, sería incluirlos/as, “meterlos dentro a presión” pese
a cómo esté diseñada la acción prevista, y, por el contrario, integración
sería, a nuestro parecer, la integralidad de la adaptación de estos ficticios
programas a las personas con “diversidad funcional”, atendiendo a sus
necesidades a la par que a las necesidades de los demás, esto es, unos
programas de atención íntegra, atendiendo a todos y todas.
En cualquier caso e
independientemente de qué significación resulte la más certera y/o adecuada a
la actualidad, se trataría de buscar aquello que las personas que vinieron a
comunicarnos su intervención para con las personas con espina bífida llaman
inclusión, y aquello que nosotros entendemos por integración: se trataría de
mirar por esa atención y cuidado a las necesidades de todos y todas,
necesidades no únicamente planteadas por los profesionales, sino también por
los propios sujetos que necesitan en tanto que son personas, seres humanos.
Desde AVEB, y alzando
la mirada sobre el ocio y el tiempo libre de las personas con espina bífida, se
organizan salidas, talleres de música, se practica deporte adaptado, van a la bolera,
asimismo adaptada, incluso hacen surf adaptado. Estas actividades deben contar
con cierto capital a fin de aliviar costes, es decir, cuestan dinero, y no
únicamente la actividad en sí, que en ocasiones podría resultar más barata por circunstancias
y debido al tipo de actividad, sino que la propia adaptación de las actividades
resulta cara a nivel económico, por lo que son necesarios unos fondos mínimos
para la cobertura de ese ocio y tiempo libre adaptado para estas personas. Hay
que tener en cuenta que se han de contratar el equipo y el personal especializados, y la cuestión
que gira en torno a todo este asunto es: ¿quién debería pagar esto?, ¿la
Administración, es decir, todos los ciudadanos?, ¿las familias de las personas
con espina bífida?, y por tanto más de uno o una se queden sin poder realizar
tales actividades y cubrir su tiempo libre y sus necesidades de ocio, ¿quién?,
a nosotros nos resulta evidente, pensamos que nadie debería quedarse sin estas
necesidades por cubrir, por lo tanto y bajo el amparo de este argumento,
creemos que las subvenciones públicas a este respecto deberían ser mucho más
cuidadosas para con este sector poblacional.
También se organizan
campamentos, que suponen, por otra parte, un respiro para las familias de las
personas con espina bífida, así como una experiencia para estas personas, y
para posibilitar esto se recurre al voluntariado, lo cual no nos parece del
todo adecuado ni adaptado, ya que si no hay un equipo profesional se está
cojeando de una pata imprescindible en el plano de lo social, lo cultural y lo
educativo. Que una persona que no sea educador/a social haga las veces de
educador/a social, a veces cobrando el sueldo de esta figura profesional y
desempeñando sus tareas, nos resulta, como educadores sociales “en potencia”
(que diría Aristóteles) que somos, cabreante y peligroso. No obstante, la
situación económica es la que es, y frente a esto no podemos descargar toda
nuestra energía en las organizaciones del tercer sector, sino en las políticas,
tanto a nivel de micropolítica en las organizaciones como a nivel de
macropolíotica en mancomunidades, localidades, autonomías, a nivel nacional e
internacional. Nos preguntamos si este problema podría ocurrir con otras
figuras profesionales, como por ejemplo la logopedia, la psicología, el
magisterio, la pedagogía, la filosofía, la sociología, etc.